Lima

-Me dejaste ver los hilos de tu amanecer.



Cochecitos en la rampa como naranja 

luz reflejada sobre el mar oscuro.

Encendida de gis una calma vehicular. Vacilando

en su roja extensión, plena realidad venidera. 


Estábamos tendiendo el cuerpo

con tanta alma colorada de exposición

al sol. Reflejo, muchísima luz o ceguera

por resplandecer vaciando

bóveda. Contingente,

mi vida tan corta ha sido

entera el abrazo consumado

bajo el molino. Apareciendo,

manglares traen a este

momento todo un mundo tuyo

en sempiterno loop,

es tu sonrisa del edificio abandonado,

tu telaraña para siempre estela, por donde nace

el color castaño. Eres tú

en el cochecito fumando
con los pies descalsos, la herida

chistosa baila en bb rodilla,

de otro día aúreo y sin espejo.


Tengo canciones bien altas

cubriéndote el recuerdo

morado. Brillan 

fragmentados en el balde los luceros

que no dejarán morir todo el día

con lucidez nuestra despedida.  

Entiendo cuán perdido

estuve al regresar para el entierro;

ya nunca porté ningún rojo que ofrecí;

detuve todo el circuito de pájaros

en tardes. Para prometerte aire,

bueno fui.

Pero nunca cián alcanzó a esconder

de mi vista el olvido. Vívida

escasa o remota

entera

senda

árbol frondoso con calcetín

marea grande

esquite mariposa documental extra valiente

sabelotoda vaivén amarilla coral perla aérea

mansa rodilla tierna voz, con la piedra rosa

viendo al cielo 

te llevo.


Parado aquí, estoy por entrar al siguiente hoyo

y ni detengo otra vez mi mano para advertir de ti el zafiro,

pues está pálido conmigo, 

el error. Ocupa

tanta idea de una caminata 

nocturna, mi cabeza, por donde

veo cuando cruzas la alameda,

pero imaginándote a sabiendas

no alcanzada, ni de reojo vista. 


No obstante,

ciño en mi corazón el sonido

de conocer contigo a solas 

la glorieta, el camellón,

una luz_raíz como guante en tu mano.

Eco hace

sin final,

algún sueño grita 

cómo aplastamos la hojarasca.


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