Está el tormento en mi garganta del deseo
No hay más significado oculto
descubierto, ningún prado o tierno aroma tibio.
Sin la transparecencia es concreto
ojo eterno el fondo marino.
En ciertos ríos viven desiertos
como nunca se han contado
para no cruzar a morir, dunas helando
pasos.
Algunos seres son los mares fríos, enredos cósmicos. Partir es dormitar
sobre la vista. La Luna siempre desea aplastar
olas, y luego, enceguecida con su luz,
conceder por fin otra lluvia.
Al devastado sonido
de la noche larga, amplificado, ríe.
Está por cumplirse algún
momento del año triste.
¿Qué es tiempo sin lentitud,
sin dormir cualquier olvido
natural del sinfín
acompasado?
¿A dónde navegan mis latidos
cuando golpean con furia su barca
brillosa de locura? ¿Es
por mientras la débilidad
sostenida? Yo abracé
ocultar toda fuerza.
Desde antes,
lejos una playa me dio temor
entre palmas. Sostuve a mucho grito un silencio
de tormento, y así pesadillas
hicieron arena en mares
más allá, en los recuerdos de
esa primera casa.
Anocheció parte redonda
del día con helio. Sonidos pinchan mi recuerdo,
por el mucho extrañar insatisfecho,
a causa de nada conseguir en la felicidad
sin resolver.
Por esa fuente he creído
debajo del árbol, para asir como
dientes, partiendo rocas
donde hay fuego.
Está el tormento
en mi garganta del deseo.
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