Es un cuento o relato o narración o autobiografía o espejo quebrado, para mi mala suerte.

Ya estando pedo y marihuano, nada obstaculiza el áspero recobeco de afinidad mental, cuando nacen sus ideas, como baúles y cajones viejos que en la oscuridad parecen gemelos, y disertando sobre ellas o en torno a los más escurridizos proyectos, dentro, naufraga a orillas de su consciencia, donde entiende mejor sobre capacidad y técnica, mientras ocurre que en él deviene la sinapsis, y aprende sobre composición motriz, pero sólo a un nivel interno sabe con seguridad que lo sabe, y sonríe poco por permanecer inmutado. Allende a ello, esconde su rostro de la oscuridad, extendida como sombra enorme creciendo bajo miradas de algunos árboles meciéndose cerca. Esconde su rostro o entra a la casa; enciende cuatro luces guiándose hasta el fondo; poco limpia ventana de en frente revelando eso que significa la luz, que tiene sentido de "encenderse". 

Respirando, porque su respiración no es estable, y circulando sangre, porque en sus miembros transita su sangre, acerca el pesado cuerpo hasta la mesa, identifica un techo encima bajo el cielo raso, que cubre su rostro escondido de la oscuridad externa y, con gesto de esperanzado eterno que esquiva fuerzas naturales como a las almas mortales, alivia su expresión acuosa de inmensidad notable (un frío movimiento que engarrota su nariz plisada). Transpira menos pero se retira tu camisa, prestada aquella tarde de luz voreal opalesciente, circuncidado cielo raso, antecediendo otra oscuridad ofrecida a la noche; antecediendo encuentro de manos pegajosas que sostuvieron conos bajo la dulce nieve, y antecediento el final de un encuentro por la tarde color café claro. Tu fea camisa verde de Tijuana Innovadora, esa se retira, la misma que huela a ti y a él cuando por las noches porta. 

Se puso pedo porque encontró dinero. Lo marihuano nunca se le quita. Afín a la luz de esa sala, celebra la poca ocasión de ceguera, como muy poca intesidad el foco con que alumbra los muebles recupera su vista; recoje un par de libros que de la repisa colgaban y recita dos versos que en realidad nadie entiende. Desesperanzado, recorre con amplio pero precipitado ardor, hilera tras hilera de libros y revistas, jamás sostenidos, jamás sostenidas. Alumbra con su ojo focalizador "n" objetos, comprometiendo la visión amplia de relieves y encuadrados artefactos que son ejemplares y más volúmenes amedrentados sobre crítica a la obra de Pitol y poemas seleccionados por una amiga que recomendó a de Casal. Estudia el volumen azul, después Casa de Campo; Hojas de Hierba; Mito y Realidad; Farabeuf; Dos biografías de Mariano Azuela y prosigue el tiempo empleado en ese espacio de presente instante; escucha lps; un discman plateado enciende, el calcado con stickers de gatos párdos y triángulos -los polígonos primarios-. 

Decide marcar a Evan S. Él ya ha mandado una fotografía que de mofa actúa por el bien de ambos, como anfiteatro de alguna conversación parecida a otras, con el fin de quebrar un espejo invisible donde su cuerpo ha embarnecido cubriéndolo entero de sí, en su imaginación, pero también es real que se ha sentado en la silla afelpada pero nada cómoda y decenas de años atrás ocupada por otros familiares; justo ahora respira profundo en la sala de su casa encendida del mango faro. Pero en su imaginación adormece transcurriendo el último lapso del día, bajo la estela de luces artificiales que la sala habitan, donde encuentra un refugio de esa oscuridad afuera, anhelante de ser vista.

Luces finas, que en nada se parecen a la de astros solares, carecen de luz interna que combustione los filamentos de su ser (porque cada astro y su partícula intacta es uno de su ser, así como lo es de sí), así como todo en cada uno y en cada ente, que se precede antes de concluir como entero, es un ser. Y el ser que es su molécula, o el eritrocito que combate una lucha personal e inacabable circulando, también lo son. El ser es Evan S. saludando a deshoras tras la puerta enteramente roída por el viento, que desde la playa observa, pues vive por allá en Playas de Tijuana, por allá. Pero por acá, en donde a él, ya pedo y marihuano, lo encuentra la última hora del día, en su sitio intacto del mundo donde habita imaginando, la noche arribó. 

Renciende su blunt, que le cuelga como un hilo, y la serie calorífica que en inconsciencia explora tras destellante efecto del fuego descansando sobre ese hilo, permanece atizado por diminutas moléculas que son recuerdos de otras vivencias primeras: 1) de la vereda quemada por el sol sin conocimiento de su incandescencia suave; 2) una ocasión tan retirada cuando, siendo él todavía bebé, se evoca así durmiendo en cuna de melena de finura solar, y fuese en ese momento arrebatado prístinamente por destellos de rojo y naranja y alegría del amarillo y rosado eterno que asemejaban al alba, y en realidad tan sólo dos afelpados muñecos Tigger mix Simba se le suspendían). 

Esas imágenes reciende al avivar su joint. Sostiene una mano para conocer su pulso. No limpia latas de cerveza ni levanta heinz tomato ketchup; dirige la vista hacia Hamlet, Bachelard, la revista Atalaya, el paquete de Cheerios, nueces de la india intactas de reserva para la mañana, Introducción a la semántica de Adam Schaff. Ofusca esos pensamientos altivos de poca resonancia elemental y procura subrayarse de manera constante cómo es siempre posible establecer nuevos vínculos en el mundo hiperconectado que habita; el Antropoceno le aterra. Pero el Antropoceno le aterra de tan diversas maneras y esas formas han creado otras cadenas de confusión irremediable y poco explicativa, bajo un razonamiento dudativo siempre, pues poco ha leído de la era geológica actual pero le conoce como se conoce un olfato canino su propia orina. 

En fin, él todas las noches está igual de perdido mientras transcurren nuevas todas las horas. Nuevas las horas que desgaja de sí mismo pero que emplea para ensayar sus propias tendencias e inclinaciones del corazón. Poco a poco (¿pero cuánto es poco de un "desde siempre"?) ha creado para sí leitmotivs privados, estudios que calza a su medida según un pulso interno con que mide la velocidad de su vida, la velocidad del tiempo al cual besa. Porque besa uno siempre el tiempo en que vive, pereciendo en este mundo. Porque uno siempre es amador de su tiempo, como se es amante con verdadero amor, pero sin ser fiel al ser amado; como se miente y traiciona por desear a usanza el pasado o el futuro, pero nunca desairado sin soltar el beso de tan finamente amada, atercipelada mejilla, que pertenece al presente. 

De pronto, yace destapado, con enormes, caloríficas cobijas de invierno que no transplanta de la cama, y a punto están de caer al suelo. Sus piernas se conectan al dormitar o babeando esa robusta almohada; se conectan con el dormitorio privado de su mente, porque así ha sido creada cada pierna, y no toda extremidad, para ser llave dorada encajada en puerta correcta que da camino hacia el sueño, pues es el punto sur de cada ser por donde el calor y los fríos o viejas corrientes y el mar permanece lamiéndole la espina; para que se levante como planta por la noche, así piensa, hay que conectar cada quien a su núcleo, encajada la raíz. Dormita y recuerda mucho en la oscuridad, esa olorosa imagen como una verduzca prenda, y dice tu nombre envuelto en primera lágrima nocturna, lágrima de ensoñación que apenas anuncia la profundidad de relego a su onirismo nocturno: "A.D.". 

Oh, y tiene mucho miedo, dice; "ya no saber quién soy", escucha. Escucha la esencia, ¿quizá? ¿O qué escucha? ¿De adentro? ¿Qué es dentro? ¿Dónde uno vive menos? ¿dentro, al fondo; u observándose siempre el hoyo hueco que es el vacío del cual cuelga cada unx en su interior? Teme, cuando, viendo desde dónde empieza el exterior, huye. Cómo pronto, poco es pronto, ha generado una demente y letarga voz calduda interior sin pena, que recuerda, oh, cuánto miedo teme; como de temerse al resquicio que sangra, observar ese horror, sin negarlo ser visto, por ser siniestro; así teme, a sabiendas de que teme. 

Y huye, muy a sabiendas huye, para encontrarse hasta el límite sur que es un espejo, entre la planta del pie y la cama, así piensa. Imagina entresacado espejo gobernando esa vista; artificial espejo, aparenta, eso que ensueña. Siendo más propenso a la locura, en su vista penetra lo irreal, consecuencia de tan evidente artificio frente a sí. "Huyendo", eso que, creyendo hacer menos lógico, distribuye semánticamente en poca palabra, poca llena de-un-sólo-sentido-palrabra, es una actividad penosa, sí, pero no es cosa otra que aparenta ser centro, de la cual no nazcan en órden hasta la más común, menor o mayor presencia del dolor sincero. 

Aún, claro, ésta "cosa", acompañándole desde hace un poco de tiempo, lo desmenuza. Menor a ratos, mayor agudo, tan hondo como el tuetano siente magullándole un dedo índice super filoso, adentrándose verde de dolor, opuesto al brillo moderado que penetra fiel al cajón o baúl, finito segundo de un día café. Vale decir que los colores, olfateando el núcleo de su esencia, de café al verde de un momento a otro se confundieron, para él, y derrotaba y destruía y contristaba su corazón esa lucha siniestra en un resquicio, cuando antes, poco a poco un momento atrás había sido engordado su corazón por el mundo indescubierto que se le configuraba, pero ahora infecundo quedaba su espíritu, muy roto, frente al artificio de un espejo; fuente de espanto rotundo, de atonado gris. 

En otra ocasión despierta, sin mal humor. Endereza el cuello, mal dispuesto esa noche. Qué raquítica es la proporción de todo, pero no de todo, pero así pensado, aunque él pende de buen estado de salud y en el cuarto hay espacio para columpiarse, experimenta precisamente de forma incompatible sus emociones de tal manera mal dispuestas, que lo mal dispuesto ya de por sí se convirtió en el preponderante humor. Mal dispuesto no es mal humor. Mal dispuesto es inclinar la cabeza frente a la computadora, cansado, sin necesidad de columpiar el cuerpo y aún así no enderezarse. Mal dispuesta la espalda, que ya no carga con el cuello. Es una sensación indescritible, la descomposición en vida de las energías irremediablemente escazas, desaparecidas en un santiamén. La descomposición, novo-composición. Él no es irremediable, pero la exposición al frío que en su espalda débil pesa le incursiona al mundo del dolor permanente. 

Descubre un antiguo video de Yves Tumor en la red. Descubre que el olor fétido a descompuesto proviene de unas flores ya muy marchitas, mal dispuestas o sobre expuestas a las narinas alérgicas. Da play; piensa, que descubre, como en la raíz activa de conocer, pues interesa profundizarle. Lo encuentra en la revista Dazed; fotografiado por Jordan Hemingway para la portada que Warp promovería durante años consecuentes, y desde siempre quizá esperándole. Lo encuentra entre paredes. Es un descubrimiento. Entra al baúl o al cajón, entra en ambos. Es una concha esperándole dentro mientras escucha When Man Fails You (2016). 

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