Solecito

por la mañana, como yo detrás de un árbol,

auguro, oscuro y con mis ojos cerrados, la presencia

de esta luz que explota

para decirme una bondad sin lágrimas,

para ofrecer el amarillo 

derramado que es un mar

otro día que es el sol sobre mí

la mañana comienza donde estoy

cerrando estos ojos

al cielo, no necesito abrirme nunca otra vez 

como dos ventanas al sol de esta caricia

pues incluso durmiendo, antes de siquiera despertarse

tu imagen, ya contemplo dentro mío

ese árbol vivo que eres,

pero no soy capaz de entenderte

cómo gritas desnudo en el fin,

o si comprenderás cómo causas la noche,

o si mientras muero, advertirás también propia alguna muerte,

o si mientras respiro, evocarás dormido tu antiguo vientre,

o ¿serás solo? sin saber, solo. 


Ya sé

pero igual me pregunto si, mientras duermo, brotantes 

muertos

cabellos dorados

no

imaginas

ahora mismo 

sólo porque piensas en mí. 





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