Declive

A las tardes y al silencio

Si me encontraras, ya no sabrías qué hacer,
maldición; caíste,
como la flor sueña
sobre su nube,
así, sobre mí la peste.

Una verdad está dicha, pero no ilustra
ni evoca. Ilumina.
¿Hacia dónde voy,
leve pasado?
El horizonte
brilla en la oscuridad angosta;
¿Hacia dónde van,
hoy, mis huesos, tras el sepúlcro?
¿Hacia cualquier destino,
oh, cual hoja desmembrada
columpia, en su azar,
bajo cuartada? ¿Hacia
dónde este nombre arribará,
sediento
de sentidos?

Si encontrara yo dentro, demasiado
tarde, tras oficiar el corredor lunar,
tus semillas,
son mejillas
en soles, antiguos dones, que amo,
¿y a cuál mundo del espacio
circundarán mis lamentos?
¿Cómo hacerte llegar mi error
de la palabra ardiendo,
o no arder, sin pronunciarla?

En la imagen, sube al cielo,
una vividez mortal del dolor,
pero no para ella, la caída,
lava diademas con lágrimas.

Entonces, me encuentra
el rostro,
sin pleno día,
la noche crespa;
y
sin noche
mansa, ¿a dónde migrar?

¿Cuál grafía cumple el sentido,
al ocaso?
¿Dónde apreso el difunto
sufrimiento; cómo aprehender
del cariño
derramado? ¿Cómo
lamer del yugo
mis heridas?
¿Cómo llevártelo
intacto,
hasta el sepúlcro,
si cae
al fondo
sin vacío
de tierra?

Ya contaste tu delirio sueño,
oh, tan pronto,
magia.

Si la noche anima
el refugio en sueños,
hoy ensueño,
sin milagro

(que el nocturno extiende
perenne
declive),

si
nunca
planta
marchita
renace,
magia;

si
nunca
el
fuego
azul
renace
sobre
roca,
ni
planta
toca
roja
el
fuego
que
conduce...









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