experiencia centrífuga

Vivo un segmento que está hecho de grava, desde donde, en una azotea, se asoman mis higueras despojadas
de su color primero; el color del que está hecho el verde, tanto segmento me carece frente. 

Yo, despierto mañana tras mucho jardín, durmiendo mi casa amarilla, donde voy a comer la pintura amarilla, reírme descalzo al pie de mi
orilla. Resguardadas, me reparan las antiguas cervezas junto a tu cuerpo mecido por su abanico de viento; te recuerdo en el Public;
ese sueño que socorre, de mis ojos ese nicho abrigador donde reparas a soñar, es tuyo. 

Me prometí temprano: cuánto he de contemplar con calma hasta soñar las huellas que dejas 
dormida. Salir del mundo inescapable, cientos de hordas buscan dentro en su centro. Cubrirme al seno durmiendo abatido por sombras, en el piso descalzo. Más pequeño, no pago la renta a tiempo. 
Cómo concentrar esta vista perdida sin tu apariencia despedida, con ojos poco oscuros 
cuando la vista esclarece tu orquidea, despierta y morena, tan blanca que es miel, Dayebi. 

Esta noche imagino la daga con que te amo, más arderosamente durmiendo cerca del agua 
apagada del azul graznido, de su escultural garganta azúrea. En ese laberinto, brillando colores pardos, quiero acostarme a contemplar la vertical estructura de ciertos actos, perdidos, no desdeñados, aprezados juntos y sin realidad elástica. Oh, cómo amo encontrarme dentro de la verticalidad; 
añoro los juegos de mesa y el café derramado en verde estufa. 

Te quiero confundir sin lamentos en las orquideas que no marchitan hasta desparecer tras la muerte sonriendo, y voy a hacerlo adulto coronado de blancura. Cuando se acaben los días, yo encenderé tendido sobre verticalidad (reinaban trompetas dentro de esa dicha sobre paz encerrada e imaginada en flama azul) la cual localiza el pecho sin rosa donde duerme; y sin hacer propiamente una mimi, ese último segundo escucharé veinte veces cierto sonido 

de tu boca cloaquear y lloraré fundido en los amores que callan los últimos siglos dentro del azul 
y el rosa. Algún muy naranja día apacible, caminaré al jardin donde descanses. 


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