Para Miss Anáhuac p.ll

Todas estas gratas noches
-viendo el diván de valentina-
sale en orificio de mi boca una gran cuerda horizontal,
atravesándome hacia el atardecer,
dirigiéndo cierta parte de mí, un gran peso delicioso y amarillo;
nace hacia la derrota.

En tanto entiendo, el país de los deseos recobija su terruño,
que son manos y pies diminutos enardecidos de pegajosa mirra
sometiéndose a la hoguera de fulguroso y dormido rojo amo que en viva rosa duerme.
Y te extraño cada vez que piensa de noche, amante, el ángel del Milagro; 
siendo tu voz tan verde que en higuera arde su miel experto dueñx del enredo, que, enredado, 
vive divino color sobre trasvelo, tan sólo delicado para contarme, cómo te extraño sin mi atardecer. 
Sin tu aroma de expera palma, de encobijada palma, dueña de tu mano parda, 
mi noche brilla sin su atardecer. 
Los centros de todo objeto te advierten ante cúspide del viento donde habitas sin presencia, 
y yo sucumbo al llanto entre mil caricias, que son tu piel edificando su opasidad sobre el párpado 
o profundo ojo de tigre blanco soñándose, enviado en tu palma, donde caben "mil violines" y el Milagro triste. 




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