Habitación en Juanacatlán
A veces, por las tardes hondas,
se cuela un pensamiento tardío, como cayendo
semilla al fondo de mi abismo;
la pregunta amenaza al corazón
resuelto a no admitir más el temor
sin vacío,
que vive para recordar un lucero
de brasa perdida.
Oscuridad duerme brillando
estrellas. Invisible es
manto nocturno, cubriendo
rincones para atravesar
el miedo. Ese es recuerdo
del abrazo. En nuestra memoria,
cada fantasma abraza
al otrx.
Amarte fue cielo invisible.
Atardeció pintada la mirada
como gran extensión de rosa.
El fantasma vive. Veo.
Procura nunca perderse al lo alto
nuestro minuto para siempre, al abrir (con cuidado)
mano alada sosteniendo antigua caricia.
Te vi crecer, lejana orilla.
C ó m o _ c u b r e s
la alameda con tu bóveda
solar. Sonríes bosques de guayaba
y durazno expuesto al olvido. Así
nombraste los otoños -¿recuerdas?-,
cabilando sobre misticidad,
angustia basada en calma.
Nos habita durante días
el ayer.
Así meciste
una llama, para dormir amaneceres
en ojos por donde lágrimas
rechazan brotar. Apagaste
del centro,
cuando rechacé
junto a ti nombrar cada segundo,
mil palmas de playa
midiendo conchas y piedras.
Ahora regresan al marino
olvido.
Eres jade
que tu nombre oculta,
y besan querubines
de mi fantasía
alguna memoria descocida
cayendo como semilla
al abismo resplandeciente.
Tu voz cubre este
cerro
marchito_____________________________________________________________________________los árboles desplazan
el verdor al cielo desde
la extinta vida. Único
mar, como piedra al límite,
en donde nada hay.
Nos fuimos.
La música
se espantó a morir. Junto a
Orión ahora
observa un cometa.
Me callas para siempre
detrás del espejo.
Un prado
aguarda con feliz tumba
la luz.
El cerro de carne
es amarillo y jade, y hace miel,
tu nombre. El cerro
de carne que hace piel
sobre el cielo.
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