El tañido de una flauta (remix)

Voy a contarte mi vida, ¿de acuerdo? está bien, me vale.
Me gusta Sergio Pitol. Hace años que no leo su memoria
ni sus viajes están en mi cabeza. 
Me condujo a muchas más lecturas que después hice e iré
procurando
procurando
de Thomas Mann y algunas otras de Cavafis. 
Su inquisitora serie de triologías,
su omniionsa ofrenda de palondras blamas
esclamas planas blancas charlas giras
tornas voz en todas muertas trampas
y encuentran la noche de sedientos mares
artistas y nardos disfraces de gamusa
bailando por las ciudades glocales
que se están por caer, o hundir
o estremeciendo el corazón pervertido
descubren el escenario perfecto
para morir. 

Algunas veces más Sergio Pitol está cubierto de nebulos, 
te cuento:
la esquina en la calle de árboles más altos
descubre un portón que amarillenta los sentidos
una mano toma el picaporte fruñido
de ámbar. Me impresiona
comprobar Londres. Quizá nunca estuve aquí.
Ahora está tan cerca, yace cerca, yace cerca, está
menos lejos, al menos nado cerca de ti, en nuestra lluvia de objetos. 
En sus novelas, siempre algún episodio de amor trillando, el malabar de la mentira
la sintonía repulsiva, el glamour de borbón
recitación de cátedra,
 Mondrian o Giorgio Morandi.
Gracias al cielo, por fin un experto.
¡Perfecto, querubín,
nos haces el favor de acompañarnos esta noche otra vez!?
Aunque te hagas viejo, conmigo, ven, sácame de aquí.

En resumidas cuentas,
esa es sólo una memoria de mi experiencia
a través de Sergio Pitol.
Sergio Pitol, ojalá hubieras respondido mi correo.
Ojalá hubiera yo nacido diez años antes,
quizá once, doce, trece, catorce, quince, por favor
agradezco que escuches
yo escribo porque escribiste
dices algo que en mi oido salva el momento
y yo ahora vivo para siempre donde la casa del portón.

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